Tal cual la Gran Depresión de 1929, la presente crisis se inició con los problemas de contratos a futuro lanzados sobre actividades especulativas en el sector inmobiliario. Las consecuencias inmediatas repercutieron, así, en los mercados financieros y de inmuebles, con mucho mayor peso en los Estados Unidos, donde la ganancia, la ausencia de supervisión oficial y la irresponsabilidad de los agentes llevó el apalancamiento financiero a niveles centenas de veces superiores al PBI (Producto Bruto Interno) del país.

Hasta el comienzo de esta segunda semana de marzo, los mercados de acciones de los Estados Unidos (Índice Dow Jones) presentaban pérdidas acumuladas en 2009 del 25%, que prácticamente igualaron las pérdidas (del 33%) habidas en todo el año 2008. De esta forma, las acciones del Citigroup que valían cerca de U$S 50 en 2007 eran negociadas a principios de la semana en U$S 1,02.

Las de la AIG cayeron, en el mismo período de cerca de U$S 65 a U$S 0,35. Las de la General Motors se desplomaron de aproximadamente U$S 30 a U$S 1,86. Las de la General Electric, de cerca de U$S 35 a U$S 6,66 y las del Bank of America de aproximadamente U$S 50 a U$S 3,17.

A la inestabilidad de los mercados financieros, que tienen efectos sociales devastadores en la medida en que afecta el ahorro y los fondos previsionales, se debe agregar el colapso de los mercados inmobiliarios. Noticias divulgadas la semana pasada nos dan cuenta que en 2009 cerca de 16 millones de viviendas tendrán un valor patrimonial negativo, lo que afecta a un universo de aproximadamente 60 millones de personas. Eso significa que el valor del mercado de los inmuebles residenciales es inferior al valor de las deudas hipotecarias respectivas.

Dicho fenómeno se dio debido a la práctica generalizada de otorgar a tomadores frecuentemente de alto riesgo, créditos inmobiliarios del 100% o más del valor de la propiedad combinada con una amplia falta de liquidez y consecuente caída de los precios. Así, con el aumento del nivel de desempleo, que deberá llegar en 2009 a cerca del 9%, un nivel próximo o incluso superior al de Brasil, la insolvencia llegó a niveles nunca antes observados. Cerca de 3,6 millones de trabajadores ya perdieron sus empleos en los últimos 12 meses en los Estados Unidos.

Como es sabido, la insolvencia de los créditos hipotecarios resulta en las ejecuciones de las respectivas garantías, que irán de 2,3 millones en 2008 a 6,4 millones este año, según estimaciones conservadoras. Los mayores niveles de incumplimiento son observados, como en la Gran Depresión de 1929, en el Estado de Florida, seguido por el Estado de California. El Poder Judicial del país está sobrecargado con las ejecuciones hipotecarias y el drama social resultante es triste.

No es de extrañar, por lo tanto, que el presidente del Federal Reserve Bank, el banco central de los Estados Unidos, Ben Bernanke, haya alertado al congreso de aquel país, también la semana pasada, que la mayor prioridad nacional es la estabilización del sistema financiero, lo que está lejos de verificarse, a juzgar por el comportamiento de los mercados y de los indicadores de producción industrial. Por ejemplo, la producción automovilística del país en el mes de febrero cayó un 40%.

Para alcanzar el objetivo enunciado por el presidente del Banco Central, la administración de Barack Obama ha promovido un gran número de paquetes de subsidios, de apoyo al consumidor y de gastos públicos que ya superaron el 50% del PBI de los Estados Unidos, siendo que sólo en apoyo al sector financiero ya fue comprometida una suma equivalente al 40% del PBI. Hasta el momento, dichas gestiones aún están por producir efectos.

El riesgo del fracaso de dichas medidas es grande y podrá representar un aumento de la inflación y el debilitamiento del dólar norteamericano, lo que sería una tragedia sin precedentes para la administración macroeconómica de los Estados Unidos y para su pueblo. Las consecuencias de un eventual colapso del dólar se harán sentir igualmente por todo el mundo, como nada hasta el momento en la historia de la Humanidad.

Es en este clima en que se prepara la agenda para la reunión del G-20, que tendrá lugar en Londres, el próximo 2 de abril, donde los principales quebrados, Estados Unidos y el Reino Unido, intentarán, una vez más, imponer su agenda, inspirada por la típica hipocresía, que incluirá seguramente el mantenimiento de los subsidios propios junto con la recomendación para que los demás países no caigan en el error del proteccionismo.

Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte