La notoria fragilidad de la economía de los Estados Unidos de América (EE.UU.) tuvo otro destaque reciente con el actual impasse para la aprobación, por parte del poder legislativo de dicho país, del aumento del tope de endeudamiento nacional, hoy situado en el orden de los U$S 14.3 trillones, valor equivalente al Producto Bruto Interno (PBI). Mientras que, incluso, las agencias occidentales de evaluación de crédito, con estrechos vínculos con los medios financieros norteamericanos, amenazan con rebajar la calificación de riesgo de los EE.UU., cosa que ya hicieron, a propósito, desde el año pasado por parte de la agencia China Dagong Global Ratings Co. Ltd., los inversores huyen del dólar, de la bolsa americana y de los títulos del gobierno del país. Lo mismo sucede con los países soberanos. Muy atento, el Banco del Pueblo, de la República Popular de China, que administra las mayores reservas soberanas del mundo, hoy por un valor aproximado a los U$S 3,3 trillones, ha emigrado gradualmente de valores denominados en dólares hacia otras monedas y activos representativos de mercaderías. Hoy, apenas U$S 1.1 trillón de las reservas chinas están aplicadas en títulos del tesoro americano, lo que equivale a un tercio del total. En un pasado no muy lejano, la referida proporción era superior a dos tercios.

Sin embargo, el Banco Central de Brasil tiene aún una alta concentración en títulos nominados en dólares norteamericanos. De hecho, del total de reservas brasileñas, por un valor aproximado de U$S 330 mil millones, cerca de U$S 230 mil millones están aplicados en títulos del tesoro americano, o sea, más de dos tercios. Brasil se convirtió en el cuarto mayor inversor en títulos del tesoro americano, atrás de China, de Japón y de Inglaterra pero, excluido este último que tiene fuertes vínculos de mercado con los EE.UU., el país con mayor concentración porcentual de sus reservas en dichos activos. La formación de enormes reservas brasileñas proviene, principalmente, de anomalías en la política monetaria brasileña en lo que tiene que ver con la práctica de excesivas tasas de interés, a la facilitación en la atracción de capitales especulativos hacia los mercados de capitales brasileños y a la permisividad inconsecuente en el uso de derivativos de moneda sin respaldo.

Así, para evitar la valorización dramática de la moneda brasileña, con la consecuente ruina total de la industria brasileña, el Banco Central de Brasil está obligado a adquirir el dólar americano e, inmediatamente, compra activos denominados en dicha divisa, en vez de diversificar en mayor grado sus aplicaciones, como lo hace China. De esta forma, la política monetaria brasileña, que llevó a cotizar el Real a R$ 1,53 el 26 de julio de 2011, o sea, el menor nivel desde 1999, no sólo está arruinando la economía brasileña, sino que está aplicando nuestras reservas preponderantemente en títulos de alta volatilidad, bajo valor intrínseco y de alto riesgo.

Cuando durante las innumerables crisis de liquidez de Brasil, en las décadas del 70 y 80, el gobierno americano no aplicaba directamente en títulos brasileños, sino que prefería que las inversiones fuesen hechas a través de organismos multilaterales, como el infame Fondo Monetario Internacional (FMI). Las autoridades monetarias de los EE.UU. procedían de esta forma., bajo el argumento ponderable de la diligencia en la gestión de los asuntos públicos, criterio que, obviamente, no se tiene en cuenta por parte de los componentes del directorio del Banco Central de Brasil. ¿No deberíamos hacer lo mismo, recomendando a los norteamericanos que recurran al FMI, con la adopción de sus recetas de austeridad, y migrar nuestras inversiones hacia activos más sustanciosos?