El pasado mes de junio ha mostrado ciertos desarrollos políticos que ponen de manifiesto, de un modo indiscutible, las crecientes dificultades institucionales que el bloque comercial sudamericano, Mercosur, está enfrentando en la actualidad. Por cierto que la destitución del presidente del Paraguay, Fernando Lugo, el 25 de junio, y la renuncia del Alto Representante del Mercosur, Embajador Samuel Pinheiro Guimarães, el 28 de junio, muestran una dramática y diferente faceta del mismo problema.

La destitución del presidente Fernando Lugo, luego de un juicio político de 24 horas (sic), es una clara evidencia de los desafíos democráticos que aún existen en el bloque en general, y en Paraguay, en particular. Los mismos factores e intereses que comprometen el estado de derecho en Paraguay son obstáculos para el mantenimiento de la estructura jurídica del Mercosur, ya que se percibe a nivel nacional que el país tiene más para ganar de la violación de los tratados que de su cumplimiento.

Por otro lado, la renuncia del embajador Pinheiro Guimarães, la persona más calificada para ocupar la posición de liderazgo del Mercosur desde su creación, es una demostración de las dificultades para hallar una solución de compromiso dentro de las economías ampliamente asimétricas de sus estados-miembros y la ausencia de políticas efectivas de integración.

En el informe elevado al Consejo de Ministros del Mercosur, de fecha 28 de junio, el embajador Pinheiro Guimarães declaró que la falta de armonización legislativa aumenta las tensiones políticas dentro del bloque. Aquellas, que conocemos, son causadas principalmente por las normativas sobre comercio e inversiones.

El Alto Representante renunciante está acertado en su diagnóstico acerca de las fuentes de tensiones políticas y del fracaso político en atacar sus causas económicas. A lo largo de los años, las numerosas excepciones a las normas del mercado común que se llevaron a cabo con el propósito de ajustar diferentes demandas, han comprometido completamente la naturaleza de la iniciativa original.

Si bien es aún deseable un foro político para los países sudamericanos, el Mercosur como bloque comercial ya no existe y se ha convertido en un obstáculo para la prosperidad generalizada de sus estados-miembros. Esto se lograría mucho mejor con acuerdos comerciales bilaterales entre unos y otros, donde las idiosincracias podrían adaptarse sin mayores perjuicios.

Este enfoque dejaría en libertad de acción a los estados-miembros para celebrar acuerdos comerciales con otros países y mercados comunes operativos, para un considerable beneficio de cada uno individualmente. Por el momento, todos perdemos a partir de la caótica estructura del Mercosur.

Esto podría hacerse junto con las tan necesarias reformas macroeconómicas y legislativas en todos los estados-miembros para enfrentar los asuntos fiscales y laborales. En algunos países, las leyes sobre protección al consumidor, medioambiente y el derecho de la competencia, no experimentaron ningún desarrollo con el fin de mejorar artificialmente su competitividad dentro del Mercosur. Otros países deberían enfrentar serios problemas macroeconómicos y normalizar las relaciones con los mercados internacionales de carácter voluntario.

Ha llegado el momento para instar a que los países-miembros acepten que, si ya es extremadamente difícil llevar a cabo serias reformas internas en cada país, un consenso sobre el tema dentro del Mercosur se plantea como imposible.

Por lo tanto sería oportuno que los países del Mercosur encuentren una forma de preservar el excelente espacio político, pero que pongan fin a un fracasado mercado común, que se ha convertido en un obstáculo para la prosperidad regional generalizada.