Plutocracia es el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Los demás elementos de otras clases sociales no son tenidos en cuenta, en este régimen espurio. Los EEUU (Estados Unidos de América) iniciaron su larga marcha hacia la plutocracia en el período que siguió al fin de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, justamente cuando se afirmaba en este país la clase media.

En los años que siguieron al final de dicha guerra, el sueño de la población americana era tener seguridad en el empleo, la propiedad de su residencia, el auto propio, los medios para pagar la educación superior de sus hijos y una jubilación decente. La clase media americana alcanzó en aquella época sus anhelos, tornándose el pilar de una democracia estable, así como el paradigma para las demás naciones.

Cuando viví en los EEUU, en los distantes años de 1968, 1969 y 1973, el elemento sociológico que más admiraba en aquel país era exactamente la predominancia de la clase media y de sus valores. Me preguntaba si, en mi vida, tendría la oportunidad de ver la ascendencia mayoritaria de la clase media en Brasil, lo que para la felicidad de todos nosotros se produjo en 2008.

Sucede que el régimen mayoritario de la clase media en los EEUU, y su ideología, comenzó a declinar, de manera paradojal, junto con su ascensión. Ya el 17 de enero de 1961, el presidente Dwight D. Eisenhower, en su último año de mandato, alertó a la nación, en su último pronunciamiento oficial, respecto de la “influencia exacerbada del complejo industrial militar, que ponía en riesgo la estructura social”.

Pues bien, con el paso de los años, esta influencia aumentó de manera gigantesca, imponiendo su doctrina rapaz de relaciones internacionales y de ganancia desmedida en los temas de orden interno, asentado en la doctrina disparatada del neoliberalismo. ¡Se instaló plenamente la plutocracia! Así, la preocupación social dejó de existir en favor de la iniciativa personal  que – por su parte – estaba volcada hacia un desmedido lucro individual.

El nuevo estado de cosas trajo el descontrol presupuestario, necesario para las aventuras militares; el déficit público, para cubrir los gastos derivados del primero; el déficit comercial masivo, con la transferencia de empleos hacia otros países; la actividad financiera descontrolada hacia la búsqueda de la ganancia fácil; y el endeudamiento personal, para la adquisición  de los bienes necesarios para mantener las apariencias en una sociedad de desmedido consumo.

En 1950, un ejecutivo ganaba 30 veces más  que un obrero en los  EEUU En 2010, la misma relación pasó a ser de 300 veces más. Hoy, el 1% de los americanos detentan cerca del 37% de la riqueza de la nación, tornando al país en uno de los más injustos del mundo. Una parte significativa de la clase media está perdiendo la propiedad de sus residencias, debido a su patrimonio líquido negativo y a la incapacidad de continuar haciendo frente al financiamiento por la pérdida de empleos. Las jubilaciones se hicieron humo en la irresponsable calesita financiera.

El desempleo oficial en el país es del 9,5%, mucho mayor que el de países emergentes como Brasil, pero el real, computándose a aquellos que ya desistieron de buscarlo, es del 17,5%. Las familias de clase media ya no pueden mandar a sus hijos a las universidades, debiendo recurrir al alistamiento en las fuerzas armadas, que otorgan como beneficio el pago del curso superior.

El número de habitantes sin-techo aumentó considerablemente. En las calles de las grandes y medianas ciudades americanas, estos miserables forman parte del paisaje social cotidiano. Según datos oficiales del gobierno de los EEUU, uno de cada cuatro americanos sobrevive a costa de los vales de alimentación. Cerca de 50 millones de americanos no consiguen comprar la cantidad de alimentos para nutrirse en forma debida.

De esta manera y como sería de esperar, el grado de confianza del consumidor americano en su economía no podría dejar de ser bajísimo. Para el 70% de los ciudadanos de los EEUU, la recesión del país continúa a todo vapor.

El edificio del sueño americano se desvaneció en el ethos de la voracidad, de la ganancia, del egoísmo, de la codicia y de la arrogancia. El desmoronamiento de aquella construcción traerá aún muchas malas consecuencias para el mundo.

Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte