El Reino Unido recibe, tradicionalmente, dos visitas de Estado por año, una en el primer semestre y una en el segundo. Por segunda vez, en un período de 10 años, un jefe de Estado brasileño cumple la visita protocolar, lo que es un período corto para tales eventos. El gran entusiasmo por parte de la prensa local como en Brasil, es raro en un país conocido por el carácter reservado de su pueblo.
La prestigiosa revista Economist, en su edición del fin de semana pasado, dedicó un espacio inédito a la visita de Lula, con una entrevista, un artículo y un editorial, en el cual expresa la opinión de que Brasil, en este gobierno, “finalmente estableció los fundamentos del desarrollo sustentado”. Por su parte, el tradicional periódico The Times, en un editorial publicado anteayer proclamó a Brasil, “en el pasado una superpotencia sólo en el fútbol”, como un líder mundial en el área política y económica.
Incluso una importante publicación, The Guardian abrió sus páginas para un artículo de opinión (muy bien) escrito por el presidente Lula, en que él presenta las grandes conquistas de Brasil y de su administración en el área energética y ambiental. De hecho, recuerda Lula que el 40% de la energía del país proviene de fuentes renovables, contra apenas el 7% en los países desarrollados. Más aún, Lula muy acertadamente convoca a la comunidad internacional a poner en práctica los compromisos del Protocolo de Kyoto.
La importante visita de Estado del presidente Lula servirá para reforzar la presencia de Brasil en foros internacionales como un interlocutor tan necesario como responsable, que podrá dar una enorme contribución positiva al éxito de las relaciones internacionales y a la superioridad del Derecho en el sistema multilateral.
Por su parte, el gobierno laborista inglés de Tony Blair, desmoralizado e involucrado en escándalos de todo tipo, además de crímenes de Estado y crímenes contra la Humanidad, está felicísimo de recibir un jefe de Estado que promueve políticas externa e interna de naturaleza digna y benigna. Se trata de una excelente oportunidad para que los ingleses intenten proyectar una imagen positiva y aliviar la marginalización de su política externa.
Recuerde simplemente de que el gobierno de Tony Blair invadió, como miembro de la llamada coalición, Irak, violando el derecho internacional de regencia, como es conocido ampliamente, aún inclusive, en el propio Reino Unido. Recuérdese asimismo que el mismo gobierno adoptó una política de asesinato de Estado que victimó al inocente trabajador brasileño, Jean Charles de Medeiros, ejecutado criminalmente en el metro de Londres.
Nótese incluso que el gobierno británico colaboró activamente en la política oficial de malos tratos del gobierno de los EE.UU., habiendo acogido en el pasado reciente al menos 14 vuelos de la CIA dedicados al transporte de prisioneros para cámaras de tortura. Obsérvese incluso que el gobierno británico limitó las libertades individuales y restringió el propio instituto de hábeas corpus. El mismo gobierno aumentó la concentración de riquezas en la franja del 10% más rico de la población del país.
De esta forma, no nos debe sorprender que, tal vez por primera vez en la historia, un jefe de Estado de Brasil tenga tanto que enseñar a un gobierno británico. Que las lecciones sean tan bien aprendidas por el gobierno británico como administradas con una grave sobriedad por la delegación brasileña.
Traducido para LA ONDA DIGITAL por Cristina Iriarte
Advogado admitido no Brasil, Inglaterra e Gales e Portugal. Formou-se em direito pela PUC-SP em 1975. Árbitro do GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) e da OMC (Organização Mundial do Comércio), e professor de direito do comércio internacional na pós-graduação da Universidade Cândido Mendes (RJ).